En una sociedad donde prevalece aun el estereotipo de las mujeres como el sexo más “emocional”, recae en los hombres el sesgo y la etiquetación de ser siempre “fuertes y valientes”. En relación a la expresión emocional y la desigualdad en la educación emocional en los primeros años de vida de un niño, se originan mucha de estas diferenciaciones entre ambos sexos. Plasmando en los futuros adultos perspectivas sesgadas en las que hombres y mujeres debemos crecer en mundos emocionales separados. Afianzando desde la infancia en los hombres una construcción socio cultural y un modelo de “Masculinidad hegemónica o tradicional”.
Partiendo de que la masculinidad es una construcción socio cultural histórica que remonta hace miles de años. Esta viene reafirmando muchos de los valores, conductas, creencias y dictámenes en los hombres negando un profundo autoconocimiento de su “propia autenticidad y esencia”. Preceptos que también construyen en torno a una identidad masculina, un instinto de “subordinación y dominancia” frente a otros hombres, mujeres, niños y personas LGTBIQ+.
Este modelo tradicional ha influido en la negación y represión emocional, aceptando la fuerza y violencia como una pauta de la cual partirán muchos hombres. Negación que les imposibilita reconocerse a sí mismos como seres emocionales afectando varias dimensiones de su vida. Entre estas, su trabajo, las relaciones familiares y de pareja, u amistad. Principalmente, su salud física y mental. De esta forma, muchos viven desde una representación que hoy por hoy, sabemos es limitante e inhibe la sensibilidad humana.
Aceptar nuestras emociones nos permite reconocer la multidimensionalidad de nuestra experiencia humana. Acerca de quiénes somos, de dónde venimos y que nos influencia profundamente. Por lo tanto, estar en contacto con las mismas e integrarlas requerirá de varios procesos cognitivos o racionales, conductuales y expresivos e incluso adaptativos a lo largo de nuestra vida.
Es por esto necesario el replanteamiento y rol de los hombres ante sus sentimientos. Reconociendo que la masculinidad tradicional y el patriarcado sostienen patrones de opresión hacia sí mismos. Requiriendo un des-aprendizaje de muchas conductas, creencias e ideales del transgeneracional socio cultural y familiar. Represión que puede ser deconstruible y transformable.
“Parte de esta evolución y renovación requiere un proceso o intervención personal o colectivo que permita explorar y decidir por sí mismos el tipo de emociones que como hombres pueden y quieren permitirse sentir”. (Zapata,2014).

La intervención clínica o terapéutica posee múltiples beneficios, acciones que trabajan el desarrollo personal y son un avance social que puede facultar a muchos a tomar acción y responsabilidad de su autocuidado y bienestar integral. Buscando así una conciliación con su vulnerabilidad, transformándola en fortaleza y una competencia que aflore lo más profundo de cada individuo. Es decir, su capacidad de “sentir y vivir”.
En cuanto a la intervención colectiva, surge ante esta demanda de cambio generacional y socio cultural el modelo de “Nuevas masculinidades”. Contribuyendo nuevos conceptos que representan la necesidad de un cambio. En los cuales se plantea una forma sana e igualitaria de coexistencia en sociedad entre hombres y mujeres.
“Mi humanidad, lo que me hace vulnerable, frágil, mi esencia. No deben representar un peligro para mí, ni para la sociedad”. (Andrade,2023).

Es nuestro deber modificar y plantear la necesidad de un cambio social y cultural. Las mujeres a lo largo de la historia lucharon por la toma de conciencia social de sus derechos y los defendieron ante cualquier subordinación. Acciones que prevalecen y forjaron derechos. De esta manera cada hombre desde su identidad e interpretación de sí mismo como individuo, puede fomentar un nuevo modelo de masculinidad.
Masculinidades diversas, sanas, no excluyentes e integrativas, que promuevan abordajes desde una perspectiva de género. Adaptándose a las necesidades del hombre del siglo XXI capas de sentir y validar sus emociones innatas. Contribuyendo a roles sanos en las diversas áreas y esferas laborales, familiares, de pareja, etc. libres de prejuicios u estereotipos que no anteponen sentimientos y juicios de culpa o vergüenza ante el cumplimiento del ideal hetero patriarcal de “ser y actuar como un Súper hombre”.
Referencias:
Connel, R.W y Messerschmidt, James, W (2021). Traducción de Barbero, Matías de Stéfano y Morcillo, Santiago. Masculinidad hegemónica. Repensando el concepto. Revista del Laboratorio Iberoamericano para el Estudio Sociohistórico de las Sexualidades, 6, pp–pp. https://doi.org/10.46661/ relies.6364
Montañés, M. C. (2005). Psicología de la emoción: el proceso emocional. Universidad de Valencia, 3.
Núñez, M. T. S., Fernández-Berrocal, P., Rodríguez, J. M., & Postigo, J. M. L. (2008). ¿Es la inteligencia emocional una cuestión de género? Socialización de las competencias emocionales en hombres y mujeres y sus implicaciones. Electronic journal of research in educational Psychology, 6(2), 455-474.
Zapata, K. S. (2014). Del dicho al hecho… Las ideologías de género que sustentan las masculinidades hegemónicas. La manzana de la discordia, 9(2), 57-73.