¿Alguna vez se han puesto a pensar cómo es posible que un evento como el Holocausto se pudo llevar a cabo? ¿Cómo es posible que un humano cuerdo, no psicópata, sea capaz de infligir tanto daño sobre otros? Estas fueron algunas de las preguntas que Milgram se hizo después de la Segunda Guerra Mundial. Él quería entender qué tanto daño un humano podría hacer a otra persona cuando una figura de autoridad se lo demandaba.
Y ahora un experimento….
Para comprobar esto, él montó el siguiente experimento: reclutó a 40 participantes diciéndoles que su función en el experimento sería ser un examinador en una prueba de memoria. Los participantes entonces tomarían un cuestionario a una persona que veían a través de un vidrio en un cuarto enfrente de ellos. Esta persona estaba atada a una silla y tenía conectados unos cables a sus extremidades. A los participantes se les instruyó que le tomaran el examen de memoria a esta persona atada a la silla, y que en caso de que contestara mal las preguntas, se le diera una descarga eléctrica a través de una máquina con botones enfrente de ellos. También se les instruyó que, con cada pregunta errónea, aumentaran la carga de voltios. En la máquina de voltaje, existían etiquetas del daño que le podían infligir a un participante, teniendo etiquetas desde «moderado» hasta «peligro». Cada vez que el participante quería detenerse, un experimentador que lo observaba, le decía que continuara. Parece un experimento sacado de una película de terror, ¿verdad? En realidad, la persona atada a la silla era un actor cómplice del experimento que fingía que recibía la descarga eléctrica, pero que en realidad no fue víctima de ningún daño.
Como la persona atada a la silla era un cómplice, se les instruyó a dar respuestas erróneas siguiendo un mismo patrón con cada participante. La hipótesis de Milgram era que la mayoría de los participantes no seguirían dando descargas eléctricas, y que solo los sádicos llegarían a dar descargas eléctricas hasta niveles de «peligro». Los resultados, sin embargo, mostraron que a pesar de que los participantes se sentían incómodos y claramente en un dilema moral, todos los participantes (40 participantes) obedecieron y dieron una descarga de 300 voltios que se categorizaba en el nivel de «shock extremadamente intenso». Adicionalmente, 25 de los 40 participantes llegaron hasta el nivel de los 450 voltios que tenía la etiqueta de «Peligro extremo». Significa que, de ser un experimento con voltaje real, el 65% de los participantes hubiera podido matar a la persona conectada a la silla.
¿Qué conclusiones nos deja Milgram?
A) Cuando existe una figura de autoridad de por medio, la conciencia humana deja de funcionar por su cuenta porque siente que la responsabilidad del acto atroz recae en la autoridad.
B) Los sujetos son más obedientes cuando han tenido menos contacto con la «víctima» y cuando se encuentran más físicamente alejados de la persona.
C) Las personas más autoritarias y aquellos con entrenamiento militar son más obedientes (clasificados de esta manera después de realizar un cuestionario de personalidad).
D) A mayor proximidad de la figura de autoridad, mayor obediencia de las personas.
E) A mayor formación académica, menor intimidación de la autoridad, y menor obediencia.
Definitivamente, este es un experimento para reflexionar sobre las figuras de autoridad y la obediencia ciega. ¿Hasta qué punto podemos dañar a otra persona por dejarnos llevar por lo que dice o hace una figura de autoridad?
Fuentes:
Vásquez, R. (2015, November 23). El Experimento de Milgram y la obediencia a la autoridad. Psicología y Mente. Retrieved April 26, 2023, from https://psicologiaymente.com/social/experimento-milgram-crimenes-obediencia-autoridad